Empezaron las cosquillas, los juegos, los roces… así, poco a poco, lentamente. Era imposible de imaginar que estando tan cerca el uno del otro existiera esa calma. Buscamos el equilibrio entre la delicadeza y el desenfreno, entre la prisa y la pausa, entre la suavidad y la fuerza. De buenas a primeras aquel beso se había convertido en una especie de sueño. Sé ahora que hay dos bocas que son perfectas la una para la otra.
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